Conspiracy of Cats

Doom comes on little cat feet.

Monday, April 10, 2006


L A L U N A

Había hecho un día magnífico y radiante. Lo había observado a diferentes horas a través de la ventana, que ofrece una perspectiva completa del jardín. Los insectos volaban por parejas, los racimos de glicinias y los gruesos ramilletes de lilas oscilaban delicadamente por la brisa, y el gato observaba con curiosidad las idas y venidas de abejas, moscas y mariposas. Bajo el sol.
Un domingo primaveral.
Pero al caer la tarde tuve el verdadero impulso de salir. En las casas cercanas se oían los ruidos distantes de niños que tenían que cenar para marcharse a la cama, y de persianas y puertas del jardín que se cerraban hasta el día siguiente. Sobre el cielo gris verdoso del crepúsculo ya brillaba la luna creciente, aun fantasmal y borrosa, rodeada de un halo amarillento.
Las lilas y las glicinias, y cada rama del jardín, se habían reducido a una silueta y un bulto. El rectángulo naranja de una ventana cercana se apagó, y yo percibí por primera vez, en la oscuridad, mi propia sombra grisácea sobre el césped. Comencé a tener noción de que era proyectada por la luz de la luna, y no por lo poco que quedaba del sol en la atmósfera, que se había extinguido en una aguada gris turquesa.
En la luna vive Chang´o, que le robó a su marido el zumo de los melocotones de la inmortalidad, que necesitaban para volver a ser dioses sobre la tierra. Como necesitaban el doble de cantidad para ascender al palacio celeste, ella se bebió todo sola, incapaz de resistir la idea de vivir para siempre rodeada de vulgares mortales. Cuando empezó a ascender como una cometa de papel, pensó que todos los dioses celestiales le reprocharían haber abandonado a Yi en la tierra, así que decidió quedarse a mitad de camino ,en la luna, donde solo había un árbol de cassia y un conejo por única compañía.
Nunca antes había hablado con la luna. En una ocasión la miré implorante y deseaba con todas mis fuerzas que ella o quien fuera resolvieran la situación. Pero entonces encontré en los dibujos de sus mares un rostro despiadado.
Pero hoy solo estuve conversando. Quizás conmigo mismo, quizás efectivamente la luna escuchaba, porque parecía atenta y amable.
En el brillo de la luna, ella sabe que viene y se va. Ella tiene un secreto a voces: cambia.
La conversación duró un buen rato, porque yo tenía anoche muchas cosas que preguntarle, hasta que el cielo era plana oscuridad y la luna más nítida, más blanca, y su luz más obvia: el jardín que era oscuro al principio, se había vuelto fosforescente como el esperma del coral. Las lilas exhalaban perfume a propósito, concentrado dos veces. Este perfume a veces vuela, a veces resbala sobre el césped, rodando sobre sí mismo, serpenteando a tientas hacia las fosas nasales.
La luz de la luna es algo de lo que se ha hablado muchas veces pero creo que poca gente le ha prestado atención. Me gustaría decir a los que no lo saben que la luz de la luna vuelve todo de color plateado (de verdad), que alumbra lo suficiente para ver bastante bien y con detalle, y que da relieve a las cosas que el sol mantiene escondidas. La luz de la luna es sutil, se mete en la parte más sombría de las hiedras y da protagonismo a lo que nadie mira.
Fría, azulada, ilumina cada pelo del gato, que parece todo blanco y juega enloquecido de un lugar a otro: trepa por los troncos, va de rama en rama y de repente se queda quieto.
La luna no respondió con claridad ninguna de mis preguntas. Como los buenos psicólogos supo llevar la conversación de forma que yo me respondí a mi mismo, en la medida de mis posibilidades. La luna tenía que estar allí, de todos modos y puede que yo le hiciera a ella tanta compañía como ella a mi.
 
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