Camina conmigo...
He publicado un post el La Pecera, un blog conjunto que si no conocéis, os invito a visitar. Cada uno de sus miembros escribe sobre un tema propuesto por otro "pez" y el mio es Ir hacia el Más Allá. Y eso, que aquí lo tenéis.
Todo fue tan sencillo. Al principio no negaré que me asusté al sentir mi pecho aplastado por la fuerte presión del golpe contra el volante, y mi cabeza fría , húmeda, hormigueante...No fue exactamente dolor porque no me dolió en ningún momento, pero el estruendo del coche al hacerse trizas contra la barrera, ser zarandeado de un lado para otro como en un parque de atracciones fuera de control...eso si que me asustó, el ruido.
Después por unos instantes el mundo volvió a su quietud habitual, aunque yo estaba literalemente destrozado. No podía abrir los ojos, pero me llegaba el olor del campo, el aire frio y húmedo de las últimas horas de la tarde. Y un silencio absoluto.
Solo duró unos minutos. Me dormí muy deprisa, como cayendo hacia abajo dentro de mi mismo, y mientras caía se oían voces murmurando, no de un modo siniestro...más bien como las últimas conversaciones educadas en una sala de conciertos antes de que el director dé sus golpecitos con la batuta. No podía comprender lo que decían, pero sonaban agradables, invitadoras, divertidas... Ángeles civilizados, vestidos de gala.
Por unos instantes abrí los ojos y estaba en la cama del hospital, inmovilizado. La habitación apenas estaba iluminada por una luz cálida y amortiguada...me recordó a la de los aviones, cuando se supone que la gente debe dormir y las azafatas no deben caerse al suelo en la oscuridad. Pensé que quería volver a dormirme, y me disponía a ello, cuando oí el maullido inequivoco de Grendel, desde la puerta. Porque cada gato tiene un maullido característico. Y por supuesto pueden parecerse unos a otros, consideré la posibilidad de estar equvocado por unos instantes. Pero no, era mi Grendel. Hacía años que no nos veíamos. Lo encontré muerto en la cocina, era muy viejo. Estaba al lado del grifo. Siempre esperaba ahí cuando tenía sed: se lo abría un poco y el lamía las gotas. Allí se murió.
Enseguida noté la suave presión de sus patas sobre la manta. Se puso muy pegado a mi costado, ronroneante.Yo estaba muy emocionado por volverle a ver...también sabía por qué estaba allí, y me alegré que fuera él quien viniera a buscarme.Mi Grendel. Al poco volvió a maullar y me levanté con facilidad. Salimos de la habitación uno junto a otro; no me apetecía mirar hacia atrás y ver lo que quedaba encima de la cama, además, eso ya no era importante. Pero sí que miré hacia abajo y Grendel miró hacia arriba. "¿Vamos?" preguntó de alguna forma. "Vamos".
He publicado un post el La Pecera, un blog conjunto que si no conocéis, os invito a visitar. Cada uno de sus miembros escribe sobre un tema propuesto por otro "pez" y el mio es Ir hacia el Más Allá. Y eso, que aquí lo tenéis.
Todo fue tan sencillo. Al principio no negaré que me asusté al sentir mi pecho aplastado por la fuerte presión del golpe contra el volante, y mi cabeza fría , húmeda, hormigueante...No fue exactamente dolor porque no me dolió en ningún momento, pero el estruendo del coche al hacerse trizas contra la barrera, ser zarandeado de un lado para otro como en un parque de atracciones fuera de control...eso si que me asustó, el ruido.
Después por unos instantes el mundo volvió a su quietud habitual, aunque yo estaba literalemente destrozado. No podía abrir los ojos, pero me llegaba el olor del campo, el aire frio y húmedo de las últimas horas de la tarde. Y un silencio absoluto.
Solo duró unos minutos. Me dormí muy deprisa, como cayendo hacia abajo dentro de mi mismo, y mientras caía se oían voces murmurando, no de un modo siniestro...más bien como las últimas conversaciones educadas en una sala de conciertos antes de que el director dé sus golpecitos con la batuta. No podía comprender lo que decían, pero sonaban agradables, invitadoras, divertidas... Ángeles civilizados, vestidos de gala.
Por unos instantes abrí los ojos y estaba en la cama del hospital, inmovilizado. La habitación apenas estaba iluminada por una luz cálida y amortiguada...me recordó a la de los aviones, cuando se supone que la gente debe dormir y las azafatas no deben caerse al suelo en la oscuridad. Pensé que quería volver a dormirme, y me disponía a ello, cuando oí el maullido inequivoco de Grendel, desde la puerta. Porque cada gato tiene un maullido característico. Y por supuesto pueden parecerse unos a otros, consideré la posibilidad de estar equvocado por unos instantes. Pero no, era mi Grendel. Hacía años que no nos veíamos. Lo encontré muerto en la cocina, era muy viejo. Estaba al lado del grifo. Siempre esperaba ahí cuando tenía sed: se lo abría un poco y el lamía las gotas. Allí se murió.
Enseguida noté la suave presión de sus patas sobre la manta. Se puso muy pegado a mi costado, ronroneante.Yo estaba muy emocionado por volverle a ver...también sabía por qué estaba allí, y me alegré que fuera él quien viniera a buscarme.Mi Grendel. Al poco volvió a maullar y me levanté con facilidad. Salimos de la habitación uno junto a otro; no me apetecía mirar hacia atrás y ver lo que quedaba encima de la cama, además, eso ya no era importante. Pero sí que miré hacia abajo y Grendel miró hacia arriba. "¿Vamos?" preguntó de alguna forma. "Vamos".
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